Cuando era niña amaba la Navidad y la esperaba con ansias, especialmente los regalos bajo el arbolito que me traía el Niño Jesús.
Navidad viene del latín nativitas que significa nacimiento. Los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús en esta fecha que coincide con el solsticio de invierno, época en que muchas culturas conmemoraban el nacimiento del Sol. Suele representar un tiempo de encuentro familiar, tradiciones, gratitud, celebración, luz, esperanza, reflexión, conexión con valores, cierre de ciclos, diseño de futuro, definición de nuevos propósitos y desafíos.
Abrir la puerta a inifinitas posibilidades y florecer a nuevas maneras de ser supone desprendernos de algunas creencias y formas de operar en el pasado. Nada de lo que fuimos, tuvimos o aprendimos antes nos garantiza éxito -incluso podría ser un obstáculo- en entornos acelerados, complejos e inciertos. Cada nacimiento precede una muerte y dejar morir parte de quienes somos a veces puede ser doloroso. Un nuevo mundo requerirá una nueva yo que -aun conservando su esencia- es capaz de soltar viejos hábitos, costumbres y certezas para reinventarse, del mismo modo que la oruga muere para que nazca la mariposa.
En las organizaciones, la Navidad puede ser la perfecta excusa para reflexionar estratégicamente. Para acompañar a algunos de mis clientes en esta pausa reflexiva uso una metodlogía que llamo RAP: Retrospectiva, Agradecimiento y Planes nuevos.
Retrospectiva. Al cerrar un ciclo, me gusta volver la mirada atrás para lo único que vale la pena regresar al pasado: APRENDER. Cada vez es más frecuente -especialmente a partir de la irrupción del agilismo en el mundo organizacional- la retrospectiva como práctica que permite a los equipos hacer un alto en el camino y, desde una mirada sistémica, reflexionar acerca cómo es que hace lo que hace para obtener -o no obtener- ciertos resultados y tomar consciencia de:
- Los aciertos para sostenerlos
- Las fallas para aprender y evitar repetirlas
- Las fortalezas para apalancar los nuevos desafíos
- Las barreras para disolverlas
- Las oportunidades para tomarlas
- Los aprendizajes para crear una espiral virtuosa de consciencia, desarrollo y crecimiento.
Agradecimiento. Estoy convencida que la gratitud es la antesala de los milagros y nada construye más confianza que agradecer aquello que los demás hacen por nosotros y muchas veces damos por sentado o se nos hace transparente. Luego de la retrospectiva -y antes de celebrar logros- invito a los equipos a detenerse en el presente y hacer una lluvia de agradecimiento genuino sobre los eventos, actitudes y/o comportamientos específicos que contribuyeron al éxito tridimensional: resultados, relaciones y bienestar individual.
Planes nuevos. Me gusta finalizar convocando a los equipos a ejercer liderazgo a través de la co-invención de mundos, a partir de preguntas como:
- ¿Quiénes queremos ser en el futuro?
- ¿Cuál es la huella que queremos dejar en el mundo?
- ¿Qué valores queremos expresar?
- ¿Cómo vamos a aportar valor?
- ¿Qué resultados queremos alcanzar?
- ¿De qué manera queremos relacionarnos?
- ¿Cuáles capacidades requerimos desarrollar para habilitar el logro de resultados?
- ¿Cómo mediremos el éxito?
- ¿Cómo celebraremos los logros?
Lo que nos pasa -o no nos pasa- a los humanos pasa en conversaciones. Si queremos que pasen cosas diferentes en nuestras vidas o equipos, nos invito a sostener conversaciones generativas que, como RAP, permitan aprender colaborativamente y construir futuros posibles.
Ya no busco regalos bajo el arbolito, pero sigo amando la Navidad y escribiendo cartas al Niño Jesús agradeciendo mis bendiciones y declarando nuevos propósitos. Hoy que empiezo a escribirla me pregunto ¿A qué más debo decir adiós? ¿Qué es aquello que quiere emerger en mí? ¿Cuál es la yo que debe morir para dar paso a la que está por nacer?